Parecía que la tecnología iba a salvarnos una vez más del desastre. El coche eléctrico de Tesla se había convertido en una religión que nos prometía un futuro de movilidad gratis y limpia, y Elon Musk en su profeta. Pero la realidad es siempre un poco más compleja: no se trata sólo de que al fabricar esos vehículos también se emita CO2... el problema es que cuando se mueven expulsan a la atmósfera más contaminantes peligrosos que los coches diésel.
Esa es la conclusión de un sorpredente estudio realizado por Peter Achten y Victor Timmers, de la Universidad de Edimburgo, y que ha sido publicado en la revista científica Atmospheric Environment, en el que se advierte de que a pesar de todo el esfuerzo de las autoridades por reducir las emisiones de los motores de combustión interna, sólo un tercio de la contaminación -medida en términos de partículas en suspensión- procede del tubo de escape de los coches.
De hecho, los autores del estudio recuerdan que de todas las emisiones de las partículas PM10 y PM2.5 que se generan en cualquiera de nuestras calles o autopistas, el 90% y el 80% respectivamente no tienen nada que ver con el motor del vehículo.
Esto había quedado demostrado ya con estudio con tráfico real en un entorno cerrado (un túnel en una autopista británica, por el profesor Ranjeet Sokhi de la Universidad de Hertfordshire), que concluyó que apenas una tercera parte de los 34 a 39 microgramos de partículas registrados en el túnel procedían de los motores que queman derivados del petróleo.
¿Y de dónde sale el resto?
Los dos tercios restantes salen de un lugar en el que los fabricantes de coches no suelen centrar su publicidad: la superficie de las ruedas, los sistemas de frenado y la carretera. Aunque a menudo se ignora, todos ellos son fuente de las partículas de contaminación que se sabe que están relacionadas directamente con dolencias como infartos o ataques.
El problema, explican los científicos de la universidad escocesa, es que los vehículos híbridos y los eléctricos enchufables que se han puesto de moda pesan de media un 24% más que sus comparables que queman petróleo. Y ese peso extra redunda en un mayor desgaste de los tres componentes citados.
Comparando diferentes versiones de coches en el mercado, los científicos muestran que un Volkswagen Golf pesa un 16% más en su versión "ecológica" que en la convencional de diésel o gasolina, mientras que en el caso de un Ford Focus el diferencial de peso es del 15%, del 24% en el caso del Fiat 500 y de hasta el 29% en el Smart Coupé.
Con más masa, explican los científicos, los vehículos eléctricos deben utilizar con más intensidad sus frenos cuando deben detenerse (y ello pese a la utilización del freno regenerativo), pero además gastan más sus ruedas y la carretera (un fenómeno obvio que los conductores de camión conocen bien). El resultado es que los vehículos eléctricos arrancan más partículas de frenos, goma de cubiertas y asfalto... y las lanzan a la atmósfera.
Contaminan lo mismo
El balance no es muy halagüeño para los híbridos y los enchufables porque, como se expresa en el estudio, los coches eléctricos terminan contaminando más o menos lo mismo que los vituperados diésel por culpa de las emisiones que no salen del escape.
"Podemos concluir", explican Achten y Timmers, "que la creciente popularidad de los vehículos eléctricos no tendrá seguramente un gran impacto en los niveles de partículas en suspensión".
Eso quiere decir que los vehículos eléctricos sí reducen la cantidad de gases de efecto invernadero que llega a la atmósfera, pero son completamente inútiles a la hora de evitar la contaminación tóxica para los seres humanos.
Por eso, científicos como los autores del estudio y el profesor Sokhi reclaman una legislación que, además de limitar las emisiones de los motores, calibre las que provocan los coches en su conjunto.
Estas revelaciones ponen en duda además algunas medidas que se toman para limitar la contaminación en las ciudades españolas, como la restricción del tráfico en la M-30 de Madrid el pasado otoño por exceso de polución o el aparcamiento gratuito para vehículos eléctricos como los del sistema Car2Go. Si resulta que contaminan lo mismo que los convencionales, deberían estar sujetos a las mismas limitaciones.
Mientras tanto, la única solución para limitar al mismo tiempo el cambio climático y la contaminación que causa muertes es poco glamourosa y casi nada original, aunque también mucho más barata que comprarse un lujoso Tesla Model S: usar el transporte público.
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